NARCO FOSAS DE SAN FERNANDO.

Aquí un cuento inspirado en masácres que se han vivido en nuestro país como fueron las narco fosas encontradas en San Fernando. No entiendo como la gente puede vivir aceptando ese tipo de tragedias que cada día son más comunes en mi país. En mi cuento hablo sólo del inicio de una era oscura ¿Será que tenemos que renovarnos, tenemos que destruír todo para volvernos a re inventar? Tragedias como estas me invitan a reflexionar...sobre que nos lleva a tanta crueldad, será simplemente que así es la naturaleza humana como la misma naturaleza puede que se convierta en un Huracán o un Tsunami que arrase con todo para volver a empezar. Los personajes en esta historia aceptan la naturaleza y se entregan a ella sin oponer ninguna resistencia.

NARCO FOSAS DE SAN FERNANDO.

Por las mañanas llevaba siempre a su hijo menor a la escuela. Tenía otro hijo pero este era ya mayor y se desplazaba sólo para sus estudios.  Su esposa estaba recién embarazada y tenían la ilusión de una niña. Él trabajaba en un taller mecánico y le iba muy bien.
Una mañana llegó una camioneta blanca, grande con los vidrios polarizados. Dos sujetos morenos, uno con uniforme militar, bajaron del auto,  entraron al taller y preguntaron por el dueño. Él salió unos minutos después de haber atendido a un par de clientes que al retirarse miraron con miedo a aquellos dos hombres. Los hizo pasar a su oficina.
-Desde hoy tendrás que pagar por tu protección-dijo uno de aquellos hombres mirando a todas partes menos a él.
-¿Protección? –habló como si no entendiera para qué necesitaba lo que le ofrecían, aunque después de unos minutos recapacitó y supo muy bien de qué se trataba. Finalmente murmuró – oh, ya entiendo.
- Así es, 5000 mensuales y te daremos protección nosotros mismos- rieron cínicamente.
-Muy bien, los tendrán – contestó él sin oponer ninguna resistencia.
Cuando llegó a su casa a la hora de la comida contó lo sucedido a su esposa.
-Entonces ya llegaron – dijo ella con voz seria.
Días después la noticia corrió como el agua de un río desbordado cubriendo cada rincón del pueblo. Cuando su hermano mayor se enteró de inmediato fue a buscarlo para hablar con él.
-¿Qué piensas hacer?
-No hay nada que hacer, simplemente estamos pagando los platos rotos de nuestro pasado. Yo sabía que esto iba a pasar y mi esposa también. Estamos preparados, no te preocupes.
-Me enteré que también llegó otro grupo rival para brindarte protección, ¿Es cierto? – preguntó su hermano.
-Sí, ahora en total pago 12, 000 pesos. Estoy casi en bancarrota. He tenido que despedir a cuatro de mis empleados.
-Debes de irte – dijo su hermano preocupado – yo me iré antes de que lleguen a mi negocio, todavía podemos irnos a un lugar fuera de este infierno.
-No, nosotros nos quedamos.  
-Vamos yo te prestaré dinero, conozco gente que nos puede llevar al otro lado, y tenemos familia allá que gustosamente nos ayudarán en un principio…piensa en tu esposa y tus hijos…
Meses después, por las noches había tormentas, pero no eléctricas, era una lluvia de balas que resonaba por todo el pueblo, explosiones que hacían temblar las paredes de las casas. Sus padres y hermanos huyeron después de haber insistido hasta el cansancio la sugerencia de que él también lo hiciera. Sin poder pagar más a ningún empleado él sólo se encargó de su taller, pero no logró sacar más que la cuota mensual necesaria para pagar esa pseudo-protección obligatoria.
Cuando el dinero ya ni para eso le alcanzaba, aquellos hombres volvieron.
-Tendrás que pagarnos con otra cosa.- dijo uno de ellos. 
Aquella tarde el cielo estaba cubierto de nubes grises y una lluvia copiosa llenaba de agua las calles de aquel pueblo. Mientras comían con el televisor prendido escuchaban las noticias “la guerra al narcotráfico está provocando grandes inmigraciones de familias…” repetía el locutor. Él entonces volteó hacia su esposa.
-Quieren a nuestro hijo el mayor.
-Sabíamos que esto iba a pasar – dijo ella serena.- Yo le informaré.
A la mañana siguiente una camioneta negra pasó por su hijo.
Por las noches las tormentas de balas y bombas continuaban sin cesar. Su esposa tenía ya cinco meses de embarazo. El pueblo estaba cada vez más solitario y se hablaba de todo tipo de levantamientos. Cada vez se veían menos hombres y niños jóvenes por las calles.
Una noche, cerca de la ocho, el ruido de varias camionetas que estacionaban en el frente de la vivienda resonó dentro. Él estaba en el sofá junto con su esposa viendo la tele, volteó a verla. -Ya llegaron – dijo.
Varios sujetos armados tumbaron la puerta y con violencia lo tomaron a él y a su esposa. Uno de los sujetos fue al cuarto del más pequeño donde se escuchó un disparo. Él y su esposa no opusieron ninguna resistencia, ni siquiera tenían cara de aterrados. Los llevaron a una casa de seguridad que parecía estar aislada de toda población. Al entrar vieron a cientos de otras personas atados de pies y manos. Vio como ejecutaban a diez sujetos en cuclillas. Su esposa permanecía inmutable,  él también. En medio del tumulto él recordaba la última plática con su hermano.
-¿Estás loco? ¿Por qué te quedas? Estamos en medio de una batalla. No lo entiendes, más masacres están por venir. Ya levantaron a varios de mis vecinos. A otros les han dicho que si no se unen a ellos los mataran. Esto es la guerra.
- No pienso unirme a ningún bando y nos quedaremos -había contestado él determinado-. Las cosas tienen que arder, es cómo los bosques, todo mundo intenta evitar incendios y sin embargo siempre los hay. A nuestra región le toca incendiarse para después renacer…así es la naturaleza.
-Pero si te quedas y no te unes a ningún bando te matarán…
Atado de pies y manos en aquella casa de seguridad, vio como un hombre ordenó otra tanda de diez personas de la cual él y su esposa fueron participes. Los pusieron en cuclillas y un sujeto comenzó a disparar el arma, un disparo a la cabeza, uno por uno.
Tiempo después en las noticias se hablaba de narco fosas por todo el norte del país. Primero encontraron una con diez muertos, luego otra con treinta, luego en el centro otra con doscientos y en el sur otra y otra y otra. Se hablaba ya de miles de muertos que luego pasaron a ser millones. El país estaba ardiendo. Y ese, era sólo el comienzo de una era oscura donde muy pocos se sobrevivirían. 




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