ROBOT A

Empezaré contándoles de ese nuevo mundo en donde abundaban los robots. Estaban por todas partes. Había de todos los tipos imaginables, pero los que más abundaban eran aquellos hechos a imagen y semejanza de los hombres, podría llamárseles androides, pero no, esos eran todavía robots. Se notaba en sus movimientos, en su voz mecanizada, aunque ya, extraordinariamente alcanzaban una gran similitud con los seres humanos. A parte de esos realmente similares a nuestra raza humana, como comenté en un inicio, había todo tipo de robots, especializados en tareas muy repetitivas, pero a los cuales no se les notaba una dote de inteligencia como a los primeros. Los casi androides realmente tenían su brillo muy propio, con detalles que no dejaban de asombrar a la raza humana. Uno de ellos se despertó una vez más agitado por la mañana. Robot A le comentó a su compañera:
-Nuevamente despierto de esta manera violenta, sentí una sensación extraña de cómo si una corriente eléctrica en un punto de mi cuerpo me alarmara de un peligro de auto conservación.
-Pareces estar describiendo lo que todos sentimos cerca de la misma hora en que tenemos que despertar para trabajar. –contestó ésta mientras se preparaba para hacer las labores domésticas.
Llegaron los amos y abrieron el almacén en donde el par de robots dormían parados. Los amos eran una familia de ricos, compuesta por la pareja y dos hijos. Tenían una gran casa y básicamente estos dos robots se dedicaban a las labores internas de la casa. Labores de limpieza, cocina, mantenimiento, etc. Para las labores externas existían servicios externos especializados, como por ejemplo, los servicios de seguridad y de jardinería. Robot B también estaba a cargo de cuidar al niño de diez años y las niña de ocho. Existía un servicio de chofer, éste robot tipo androide también, esperaba puntualmente todas las mañanas en la puerta de la casa para llevar a los niños a la escuela y luego en la puerta de la escuela, para traerlos de regreso. La pareja de amos dejaron una lista de actividades a los robots como prioridades a otras que tenían anteriormente y como en otra jornada se pusieron a trabajar. Era un día más, igual a los días de los últimos diez años.
Por la tarde Robot A le pregunto a la Robot B:
-¿Recuerdas tu algo de antes de haber llegado a este lugar? –Dijo al pasar por la cocina con algunos utensilios para ajustar algunas tuberías del baño. El cual se encontraba a unos metros de la cocina.
-No, no recuerdo nada dijo ella.- Con voz indiferente y agregó- No sé porque te quiebras la cabeza con esas preguntas, ya estamos aquí y ellos son nuestros amos y ellos nos crearon, así que somos sus sirvientes. Date por contento que tenemos unos amos que nos tratan bien, y que aquí nos dan buen mantenimiento. Recuerdas al robot vecino, todas las crueldades que nos platicó que sus amos le hacían.
- Sí si recuerdo, pero dentro de mí siento a diario una inquietante voz que me pregunta constantemente sobre mis orígenes, sobre mi pasado, sobre mi futuro. Y no veo futuro en todo esto. Mi pasado es algo tan difuso. Lo que más me desconcierta son esos sueños en donde lloro, sí lloro como un ser humano. ¿Te ha tocado ver cómo los niños lloran?
- Por supuesto, una vez me tocó hasta ver cómo la señora lloraba después de una discusión fuerte con su marido. – Añadió más interesada en la plática, pero continuando con sus labores del día. – De cualquier modo te digo que no llegaremos a nada cuestionándonos todo eso. Yo también he soñado que lloro, he sentido como si realmente tuviera esas lágrimas. Se siente como cuando el agua se escurre en nuestras manos.
- Así es. – replicó Robot A también ya algo excitado por la plática, pero sin dejar de concentrarse en sus labores- y no sé si te comenté también que una vez en mis sueños sentí que estaba yo en un desierto como esos que pasan en el canal de la vida salvaje, por allá en el Sahara, un desierto lleno de dunas. Recuerdo que caminaba y sentía como si algo fuera a explotar dentro de mi cuerpo, pero yo de algún modo lo reprimía y decía que ese no era el lugar para dejarlo salir. Seguía caminando en busca de ese lugar, pero ya era tanto el sufrimiento de contener eso que lo tuve que soltar, y sabes qué fue lo peor que hice, lo que el niño de aquí hace, yo tenía como el un orificio y por ahí empecé a orinar. Lo más extraño fue la sensación ulterior a eso, la sensación era de que un líquido caliente se propagaba por varias partes de mi cuerpo. Y esa no fue la primera vez que sueño algo por el estilo. – Pasó otra vez por la puerta de la cocina, pero esta vez se quedo un rato parado bajo el dintel- ¿No me digas que tu nunca has tenido esos sueños o sensaciones?
Ella ya no replicó. Se quedó callada. Robot A, algo afligido, decidió seguir con sus labores sin volver a sacar el tema, al menos por ese día.
Los dos robots se turnaban para cuidar a los niños, actividad que le fascinaba hacer a Robot A pues aprendía miles de cosas con ellos. Los niños sacaban centenas de juegos y los compartían con los robots. Robot A sentía que aprendía cada día nuevas cosas y se asombraba de sus propias capacidades. Su impetuosa e insaciable curiosidad iba más allá de lo explicable. Y muy seguido se ponía a reflexionar y se decía a si mismo en el pensamiento “Pero si yo soy capaz de pensar, hacer y sentir como cualquier ser humano”. A veces los niños le pedían ayuda para sus labores escolares, y Robot A empezó a dominar todo lo que lo niños hacían. Fue tan así que se las arreglaba en sus ratos libres para conectarse a los cursos que los niños tomaban para la escuela y empezó a hacer cada uno sus ejercicios. Aprender le causaba un placer inmenso y lo llenaba de orgullo, lo hacía sentirse único como ser. Desde luego Robot A no sabía cómo había aprendido a leer, pero pudo desde la primera vez arreglárselas con esa actividad de ayudarles con sus labores escolares. Empezó a tomar los cursos de historia, un tema que realmente le fascino, pues le ayudaba a saciar su curiosidad de saber sobre sus orígenes. Su obsesión era tanta que empezó a profundizar sobre esos cursos. Pero cuando quiso adentrarse más se dio cuenta de que había muchas limitaciones para acceder a aquellas bases de datos sobre la red. Todo tenía contraseñas por huellas digitales. Obviamente Robot A carecía de ellas. Fue de ese modo que se dio cuenta de que los robots estaban limitados a la verdad de saber sobre sus orígenes.
Pasaron cuatro años. Robot A decidió rendirse por un tiempo a sus preguntas. Pero siguió observando a los niños y sus cursos, se las arregló para tomar notas y construyó una especie de biblioteca en un rincón secreto que él había hecho en la casa. También observaba sigilosamente a los amos y sus actividades. Entre una de las tantas actividades que llamó la atención a Robot A, fue la actividad periodística al ver un resumen informativo, ésta actividad no incluía a los niños. Robot A y el niño como compinches empezaron a espiar algo que les estaba vedado.
-¿A dónde me llevas? –dijo Robot A un día, mientras el niño lo arrastraba de la mano.
- ¡shiii! -Replicó el niño mayor. – Tú sólo sígueme, yo tampoco sé qué hacen con exactitud. – Robot A lo siguió por primera vez, y entonces conoció ese noticiario. Este se presentaba todos los días a la misma hora por un canal de la gran red. Era el noticiario favorito de los amos, quienes casi como ritual lo veían ya entrada la noche en su cuarto, el pequeño descuido de dejar la puerta semi abierta fue suficiente para que Robot A y el niño mayor espiaran. Este canal estaba encriptado y sólo aceptaba las huellas de los amos para poder ser visto.
Robot A miró entusiasmado ese día y todos los siguientes de ahí en adelante, siempre antes de que lo guardaran junto con su compañera. Si antes Robot A tenía gran curiosidad, con esto se le había cuadruplicado esa sed. En el resumen se hablaba de miles de otros robots como él. Se hablaba de revueltas, de huelgas organizadas por ellos. Pero lo que lo dejó petrificado un día en particular fue esa nota, esa nota sobre aquel descubrimiento hecho, gracias a miles de robots que se habían rebelado y entrado a la fuerza en aquel edificio que mencionaban, pero que él no tenía ni idea de dónde se encontraba. Parece que miles de robots se habían organizado secretamente y decidido atacar por la noche. Obviamente, la operación había engañado a seguridad, describía el noticiario, pues los robots simularon atacar por arriba y ya tenían cientos de días cavando un hoyo, así que entraron por abajo. Los robots llevaron a seres humanos con ellos como testigos, obviamente entre ellos algunos reporteros con sus cámaras. El grupo al entrar en aquel enorme edificio después de neutralizar al sistema de seguridad, con sorpresa, descubrió a cientos de seres humanos acomodados en fila, llenos de cables, tubos y sensores sobre sus cuerpos. Todos tenían cascos y mallas sensitivas. Parecían dormidos. Existían pantallas que demostraban sus pulsaciones y la fluctuación de ondas. El reportero hizo un acercamiento a uno de esos cuerpos que parecían dormir. Por arriba del cuerpo se veía un gran letrero negro que contenía un número de serie compuesto por cinco letras y dígitos, los cuales fueron inconfundibles para Robot A, que detrás de la puerta con sigilo y nerviosismo, levantó su brazo y observó el mismito número de serie grabado sobre su carcasa. Agitado y sorprendido siguió mirando aquellas imágenes, pudo percibir cómo las pulsaciones de aquel cuerpo, que un monitor registraba, iban en aumento a gran velocidad. Robot A no pudo resistir lo que veía, una sensación extrema se apoderó de él. Lo visto lo había emocionado profundamente. De pronto sentía perder el control de sus miembros, sentía como si algo palpitara a toda velocidad dentro de sí, se toco el pecho, la pantalla se tornó difusa, Robot A se desmayó como un ser humano.






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