Un geiser del placer.



Por fin iba decidido a pagar, me acerqué a la máquina que era maniobrada por un joven de piel morena.  Terminó y entonces comencé a manipular la máquina, pero pasaba el boleto sobre la abertura y era rechazado a cada instante. Intenté una y otra vez, mismo resultado. Miré a un costado y una hermosa silueta acaparó mi atención. Seguí intentando procesar aquel boleto y todo era inútil y ahora más con aquella sensual presencia. Se me acercó aquel joven de piel morena y me dijo:
-Ya pude pagar el boleto. Mira, ve con un taxista le das tu boleto y te regresa un papel como éste - me mostró un papel extraño con su mano derecha – y ese se lo muestras a la máquina y listo, queda pagado.
Un taxista, pensé, donde hay taxistas. Miré a mí alrededor en busca de alguno, no había, pero ahí seguía ella. Su presencia me atraía como un fuerte magneto atrae al metal. Sólo la cubría una toalla blanca de la cintura para abajo. Me acerqué de nuevo a la máquina e intenté pagar una y otra vez sin éxito.
Era fuerte mi erección, ella me encantaba en aquel cuarto pequeño. En el cuarto había una ducha. Tengo que pagarlo, pensé con angustia. Dónde habrá un taxi, me pregunté sin poder quitarle la mirada. Sentía como mi pene se alzaba en repetidas ocasiones como una flecha lista para ser disparada. Miré el boleto bajo la ducha, mojado por completo. Y ahora cómo pagaré esto, medité. Sus piernas eran firmes y me encantaba nalguearla bajo el agua de la ducha. Pero la prioridad es pagar el boleto, pensé con gran remordimiento. Mi pene babeaba ante semejantes curvas, era como un geiser a punto de hacer erupción.

Dentro de ella, rosándonos y fundiéndonos en placer con la respiración entre cortada divisé el boleto cada vez más mojado y más borroso bajo el agua de la ducha. Tengo que pagarlo, murmuré en voz alta a la vez que sentía una gran explosión de un geiser de placer, ahí en un lugar muy profundo de ella. 

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